Quizá fue por una racha de viento que agitó la rama violentamente, o puede que la curiosidad le hizo asomarse más de la cuenta, también podría ser que su madre calculara mal al posarse y lo tirara sin querer; incluso podría ser que un hermano más grande y fuerte lo echara a picotazos para no tener que competir por la comida. Pero allí estaba, aplastado contra el suelo, el poñuelo de torcaz.
25 de julio de 2016
25 de julio de 2016
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