Se tienden, ya sea en el césped, sobre un trapo o en la tierra, y toman el sol; se abstraen de todo y gozan del momento hasta que escuchan (o huelen) algo que capta su atención y van ruados a averiguar de qué se trata. Te piden con sus miradas y cabriolas que quieren ir a dar un paseo. No puedes negarte. Verlos corretear de aquí para allá es la misma imagen de la felicidad y, entonces, sonríes y sientes un poco de envidia.
24 de febrero de 2014
24 de febrero de 2014
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