Es frecuente, y sano hasta cierta medida, que, cada vez que tenemos un acierto nos congratulemos por ello; también es frecuente que, cuando cometemos un error, sea del tipo que sea, lo pasemos por alto o le restemos importancia.
Es importante ni darle ni quitarle importancia y, sobre todo, si uno termina cayendo en la cuenta de que, en efecto, hemos errado, poner los medios necesarios para corregirlo o, por lo menos, para hacer ver a los posibles afectados que lo sentimos de veras. No arreglaremos nada, pero seguro que lo agradecen
9 de enero de 2016
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