Hay pocos motivos para ser optimistas con este mundo (con la humanidad al menos), y no solo por las guerras, eso es tan solo la punta del iceberg. El grueso está en nuestros cada vez más mermados derechos, en el control férreo con el que quieren atarnos, la política del miedo (la doctrina del shock que se está imponiendo), el aislamiento cada vez mayor de los individuos, las destrucción sistemática del medio ambiente... Sí, hacemos de este mundo un lugar inhóspito, pero siempre hay una buena (en todos los sentidos) razón por la que soñar con un mundo mejor.
20 de febrero de 2015
20 de febrero de 2015
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