Anoche (13/12) vi un reportaje en la televisión (¡al fin!) sobre el TTIP, donde un representante de la Comisión Europea se dedicaba a defender las bondades del tratado entre Estados Unidos y Unión Europea: que si creará tropecientos mil de millones de puestos de trabajos, que las empresas europeas podrán entrar en el mercado yanqui tranquilas y contentas, que si los unicornios regresarán... Serán tantos los beneficios del acuerdo que ya podemos frotarnos las manos para recoger el dinero a espuertas.
Lo que parece que no ve extraño es que las negaciaciones se estén llevando en secreto, que apenas haya datos sobre los compromisos alcanzados hasta la fecha y ese supratribunal (privado) que prevalecerá ante cualquier ley y Gobierno de la UE, y que permitirá a las multinacionales demandar a un Estado cuando crea ver sus intereses mermados.
Si algo es tan beneficioso, ¿por qué hacerlo de forma confidencial?, ¿por qué los negociadores no son los representantes que los europeos hemos elegido con nuestros votos?, de hecho, ¿por qué está vedado el acceso a los eurodiputados?
Lo que parece que no ve extraño es que las negaciaciones se estén llevando en secreto, que apenas haya datos sobre los compromisos alcanzados hasta la fecha y ese supratribunal (privado) que prevalecerá ante cualquier ley y Gobierno de la UE, y que permitirá a las multinacionales demandar a un Estado cuando crea ver sus intereses mermados.
Si algo es tan beneficioso, ¿por qué hacerlo de forma confidencial?, ¿por qué los negociadores no son los representantes que los europeos hemos elegido con nuestros votos?, de hecho, ¿por qué está vedado el acceso a los eurodiputados?
Diga lo que diga el dichoso representante de la Comisión, el TTIP huele a desregularización, a privatización y a grandes beneficios para las transnacionales y cero ventajas para el ciudadano.
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