Definitivamente, tengo menos años por delante que por detrás. Y a pesar de la acumulación de experiencias vitales, del bagaje, me siento casi igual que cuando estaba en el instituto.
He cambiado, pero no me he transformado en otra persona. Me siguen gustando las mismas cosas, tengo las mismas aficiones e iguales preocupaciones, solo que mi forma de mirar el mundo y de encarar las dificultades han cambiado.
Intentaré no traicionarme más de lo que ya lo he hecho.
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