La punta de los dedos, desprotegidas, claman un poco de calor en esta fría noche de otoño, en una fría casa del sur de España; de la nariz quiere gotear un hilillo de moco que recojo ceremoniosamente con un pañuelo de papel. Me llevo los dedos a la cabeza para despejarla y olvidar el dolor durante un momento. Hace frío, sí, siempre podría ser peor.
5 de diciembre de 2014
5 de diciembre de 2014
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