Se despertaba todos los días sin saber qué hacer con su vida, sin encontrarle el sentido. Emprendió un viaje en busca de alguien que le pudiera ayudar. Viajó y viajó durante años, preguntó a grandes sabios y gurús, pero ninguno supo responderle de forma satisfactoria. Regresó a casa, viejo, con la cabeza gacha al no haber llenado ese hueco, y, en el camino, vio una amapola amarilla. Su rara belleza lo dejó inerte. Entonces decidió dejar de preguntarse para qué vivía y, simplemente, empezó a vivir.
10 de febrero de 2014
10 de febrero de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario