sábado, 2 de julio de 2011

Memorias de un cazurro empedernido IV

Uno de los días más tristes de mi vida fue cuando murió mi mulo Bartolo.

Bartolo siempre me había servido bien, ya fuera tirando del carro lleno de piedras o paja, o tirando del arado, con el cual hacía unos surcos en la tierra de más de dos metros de profundidad de la potencia que imprimía (solía decir que tenía 100 caballos de potencia). Todo fue por culpa de la burra del vecino, a la cual quiso cubrir y por la que murió de un infarto al corazón. Desde entonces me he negado a meter más animales en casa, salvo una cabra de vez en cuando.

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